¿Qué hago el lunes?

El artículo que a continuación pasamos a comentar es de Dino Salinas Fernández, se titula ¿Qué hago el lunes?, y trata acerca de la planificación de la enseñanza por parte del profesorado.

El autor comienza el artículo exponiendo la idea de que la función docente va mucho más allá de llegar al aula y dar clase, ya que para ello, previamente a debido planificar y programar todo el material: preparar la clase, hacer fotocopias (si es el caso), preparar reuniones, realizar evaluaciones, y un sinfín de tareas más de las que muchas personas que no pertenecen al ámbito de la educación, no son conscientes y piensan que el docente lo único que hace es llegar a clase, soltar el rollo e irse para casa.

¿Cómo se lleva a cabo la planificación? ¿Siguiendo los modelos teóricos clásicos los cuales determinan minuciosamente los objetivos a conseguir, o más bien basándose en la reflexión-previsión y propuesta de acción?

Taylor en los años setenta concluyó en una de sus investigaciones que la planificación que llevan a cabo los profesores es totalmente inversa a los modelos teóricos clásicos cuya propuesta es un modelo de medios-fines.

El autor destaca tres aspectos a la hora de realizar una planificación: las planificaciones que los profesores realizan hoy día pueden ser de muy diversos tipos: escrita y mental, formal e informal, individual y colectiva, anual, trimestral o diaria, etc. Además, los profesores a la hora de planificar, tienen que tener en cuenta cómo y dónde se trabaja, el nivel educativo del alumnado, las actividades que va a llevar a cabo, etc. Por último, otro aspecto a tener en cuenta a la hora de planificar, es que el profesor pone en juego los conocimientos que ha adquirido durante su formación docente así como durante los años que de experiencia profesional, ya que tiene la obligación de dar respuesta a todos aquellos problemas que los alumnos, en el día a día, le presenten.

Otro aspecto que destacamos del texto es el carácter burocrático que el autor da a las programaciones que se llevan a cabo en educación primaria. Pensamos que ese carácter burocrático se puede extrapolar también a las programaciones de los distintos niveles de enseñanza, entre otros aspectos porque se realizan sin tener en cuenta las características del alumnado al que va a ir dirigida dicha programación y porque en su mayoría se centran en establecer los objetivos que se persigue conseguir, dejando de lado otros aspectos como las actividades.

Pero si todo tiene que estar planificado, ¿queda lugar para la improvisación? Los profesores, a la hora de planificar o programar su asignatura, ya sea quincenal, trimestral o anualmente, deben ser conscientes de que pueden surgir momentos en los que deberá improvisar por distintos motivos, por lo que creemos que, aunque debe realizar una programación porque así se lo exigen, a la hora de ponerlo en práctica programe su asignatura cada quince o treinta días y dejando lugar a los múltiples imprevistos que le puedan surgir.

El autor concluye el artículo exponiendo que el proceso de planificación de los profesores tiene dos funciones básicas: organizar la acción en el aula y adaptar la enseñanza progresivamente.

A modo de conclusión decir que estamos de acuerdo con que las funciones de programar y planificar son imprescindibles en la función docente, pero abogamos por una planificación abierta y flexible, en la que se tengan en cuenta las necesidades que se presentan en el aula, y en la que tenga lugar todos aquellos interrogantes que surgen de la práctica del día a día.